Van pasando los años, nos hacemos mayores mientras acumulamos experiencias, éxitos, golpes y frustraciones.
Y sí, el tiempo va pasando inexorablemente y se diría que tan rápido que los días suelen acabar con esa sensación del trabajo no completado, del tiempo no aprovechado.
Te levantas pensando en qué nuevas dificultades vendrán, en lo que le dirás a tu cliente, en qué forma deberás afrontar sus exigencias, en qué puedes hacer para superar los obstáculos que te impiden responder eficazmente a ellas. Y no es nada fácil, sobre todo cuando te has propuesto ser paciente, ético, respetuoso y honesto con los demás y también contigo mismo.
Pero el caso es que las circunstancias marcan las pautas del trabajo; cuando crees haber conseguido centrar tus pensamientos en la búsqueda de una respuesta, de una solución factible o de esa cifra o argumento clave que te permita pensar que eres competitivo, entonces empiezas a percibir que hay algo erróneo en lo que haces. Es esa sensación que te lleva a creer que tu enfoque no es el correcto, que lo único que haces es lo mismo que hacen los demás, que no estás aportando nada nuevo y que, por lo tanto, nada te diferencia respecto del resto.
Las preguntas entonces no se resisten a pasar por tu cabeza, de hecho pasan a través de ella como una apisonadora;
¿realmente puedo diferenciarme?, ¿estoy haciendo lo correcto?, ¿estoy preparado para esto?, ¿qué demonios estoy haciendo?
Comienzas entonces a poner en duda tu propio convencimiento y la confianza que siempre has tenido en ti mismo, a flaquear ante el desánimo, empiezas a dudar, empiezas a caer. Pierdes orientación y entras en un bucle de preguntas sin respuesta sobre posibles “recetas mágicas” que te lleven a través del camino correcto, eliges una de ellas y vuelves a equivocarte.
La parte positiva de esto es que, aunque el ser humano supuestamente es el único animal que tiende a tropezar más de una vez en la misma piedra, también tiene la capacidad de aprender del golpe, de rectificar, de cambiar, pero eso solo ocurre si logra controlar su consciencia para aprender de sus errores, reconocer sus debilidades e identificar el origen de las mismas para actuar sobre ellas en consecuencia.
Éste debería ser el primer paso para mejorar en nuestro mundo profesional, ya que únicamente después de él se estará en condiciones para intentar definir algo tan fundamental como nuestra propuesta de valor, tanto desde el punto de vista profesional como también desde el personal.
Y es que ¿cómo puedes promocionar el valor de un producto si no sabes promocionarte antes a ti mismo y a los valores que te definen como persona?.
En el mundo de los negocios y de la industria se entremezclan pasiones, miedos, desconfianzas y riesgos. La capacidad de transmitir ilusión, pasión y convencimiento en lo que se hace es fundamental y forma parte ineludible de la receta del éxito para un profesional; se trata del combustible que aporta la fuerza necesaria para afrontar los desafíos a los que todos nos tenemos que enfrentar en el día a día de nuestro trabajo. Sin esas claves no hay nada, solo una previsible mediocridad y un más que probable fracaso.
Por lo tanto, no es cuestión únicamente de rebuscar en libros de autoayuda en la tienda del aeropuerto, tampoco de trastear Internet a deshoras o de asistir a sesiones de gurús para que te expliquen las verdades de la vida. No, no se trata de buscar “recetas mágicas” que ofrezcan milagros, por que realmente nadie las tiene. De lo que se trata es de saber reconducir nuestros pasos y adaptarlos a las circunstancias cuando los golpes de viento nos desvían de nuestro camino.
¿Realmente buscas el éxito profesional?, entonces comienza preguntándote a ti mismo qué significa el éxito para ti.
Cuando consigas entenderlo, cuando descubras su verdadero significado y te des cuenta de lo mucho que estabas equivocado,
cuando corrijas el desvío en tu camino y logres alcanzar tu meta, entonces trata de compartir tu experiencia para que otros sepan que pueden lograr enderezar el suyo. Transmite tu conocimiento y genera con ello valor útil para otros, por que en el valor que generes en tu vida profesional estará sin duda alguna el germen del ansiado éxito.
Escrito y publicado por Miguel Ángel Beltrán.