Muchas empresas actuales adolecen de falta de liderazgo en su organización interna; permanecen estancadas en un funcionamiento encorsetado en dogmatismos que chocan con la cultura empresarial moderna, donde a las personas no se las gestiona, sino que se las lidera.
Pero…, ¿qué significa realmente el liderar?.
Liderar es conocer y respetar, es transmitir pasión por lo que se hace y desplegar ilusión y reconocimiento por lo que se consigue. Liderar es buscar un equilibrio entre lo pragmático y lo emocional, por que ambas cosas forman parte fundamental de nuestro entorno. Un líder debe gestionar las emociones por que son un vínculo en las relaciones interpersonales dentro y fuera de su equipo. Y éstas, a su vez, son el lubricante que hace funcionar correctamente su engranaje. Por ese motivo, la función de esas emociones no puede sustituirse por normas y procedimientos, o por una especie de autismo profesional.
Los líderes deben huir de la rigidez en los planteamientos, deben ser flexibles, proactivos, cercanos y humildes. Ser concientes de que las personas son parte fundamental del proyecto colectivo, de que su contribución es irrenunciable en la misión de conseguir el éxito y deben sentirse como tales en todo momento, por que son el más importante patrimonio de la empresa.
La cultura organizacional debe promover que los integrantes de un equipo sientan que son parte de él y de su razón de existir, deben hacer que el talento individual y la inspiración afloren sin miedos y ambos se desarrollen en un ambiente de trabajo positivo, optimista y orientado a mejorar y a crecer. La capacidad de liderazgo es vital y una organización que aspira al éxito debe saber elegir a líderes que sepan contribuir en su desarrollo.
Éstos líderes tendrán como objetivo principal el establecer pautas de trabajo en equipo que sean eficientes y con un fuerte enfoque colaborativo. No hay cabida para dogmas e imposiciones unilaterales, ya que cuando éstos se apoderan de las dinámicas de un equipo, desestimando la confianza en las capacidades y compromisos individuales, se empiezan a deteriorar los vínculos emocionales, la propia confianza y la motivación.
Con ello, poco a poco la maquinaria que aporta valor se bloquea y la contribución del equipo a la empresa inicia un camino acelerado de caída hasta estrellarse es un sonoro fracaso.
Saber liderar permite gestionar el potencial de un equipo y llevarlo a su mayores niveles de eficiencia y contribución, pero también de compromiso hacia los objetivos generales de la empresa.
Miguel Ángel Beltrán a trabajado para el ámbito del packaging en España durante más de 20 años como técnico en artes gráficas especializado en impresión flexográfica, así como consultor de negocio y agente de ventas para empresas líderes en este mercado, asumiendo en ellas diferentes roles y responsabilidades.
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